Saturday, February 21, 2009

El Padre Calvillo y la Insurgencia


Uno de los personajes más influyentes en la vida e historia cívica de Colotlán, es sin duda el padre Calvillo, quien imbuido por las ideas libertarias del siglo XVIII, respondió al llamado por la libertad mexicana , que hiciera el Cura de Dolores, don Miguel Hidalgo. El presente trabajo es un pequeño homenaje a tan destacado y singular personaje histórico.

Don Pablo José Calvillo nació en el Valle de Huejúcar en el año de 1763, hijo de don Vicente Calvillo y doña Jerónima López. Realizó sus estudios de Teología en el seminario conciliar de Guadalajara, recibiendo en ese sitio desde la tonsura hasta el subdiaconado, de manos del obispo Cabañas. En Teocaltiche alcanzó el diaconado y el presbiterado en el año de 1797, pasando el siguiente año a servir en el curato de Juchipila.

En 1801, lo encontramos en la hacienda de San Jacinto, en Ojocaliente y en el año de 1803 es trasladado al curato de Tlaltenango, con residencia en Tepechitlán y de allí fue cambiado al de Colotlán en donde residió hasta el año de 1808; por causa de una enfermedad se pasó a Aguascalientes, donde estuvo hasta julio de 1809 , y finalmente en esta fecha se le destinó al ejercicio de su ministerio en el pueblo de Jesús María, no distante de la mencionada villa.

En ese sitio debió de haberse encontrado, cuando estalló la insurrección iniciada en Dolores el 16 de septiembre de 1810; y como aquel movimiento se avenía a su genio bullicioso y a sus carácter independiente, resolvió tomar parte en ella, aprovechando para favorecerla sus relaciones con los indígenas sus coterráneos de los pueblos de la llamada frontera de Colotlán, ya de por sí levantiscos y que desde luego simpatizaron también con la revuelta.

Al saberse en Colotlán el grito de independencia dado por Hidalgo, el Gobernador interino de Colotlán, don Gregorio Pérez, de origen español, mandó de inmediato reunir a las compañías de frontera, encargadas de custodiar a la región desde Tlaltenango al valle de Jerez. Estas fuerzas aquí acantonadas se mostraron desde el principio favorables a la causa de la independencia, por ser en su mayoría indios flecheros deseosos de recobrar los privilegios concedidos desde la fundación de Colotlán por Felipe II, y disminuidos en derechos y prerrogativas por las reformas implementadas por la casa de los Borbones en el siglo XVIII.

A continuación el relato de un testigo presencial de aquella época:

“La población indígena se manifestó muy adicta a la causa de la independencia sin que hubiera bastado a contenerlos la excomunión mayor que fulminó el obispo Cabañas de Guadalajara, contra los que de cualesquier manera auxiliaran a aquel partido que el cura de ese lugar, Don Cayetano Ibarra, no se resolvió a publicarlos, porque decían los indios que lo bajarían del púlpito violentamente. Que en esos días apareció aquí el Padre don Pablo Calvillo que hacía poco tiempo había estado sirviendo de vicario de esta parroquia, quien llevaba íntima amistad con los jefes de las compañías, así como con Don Marcos Escobedo, el indígena de más nombradía: que en tal estado de cosas, un sábado en la noche a fines del mismo mes de septiembre, sin recordar la fecha, con pretexto de un baile que hizo el citado padre en su casa, reunió multitud de indígenas y a cosa de las once o más de la noche, a la seña de un trueno de cohete, salieron armados de flechas, hondas, garrotes, machetes etc, capitaneados por el referido padre Calvillo, todos con una imagen de Guadalupe en el sombrero gritando ¡Viva la Virgen de Guadalupe, Viva la Independencia y mueran los gachupines! .

Que luego se dirigieron a las Casa Reales, que así se nombraban en aquel tiempo, en cuyo local vivía el Gobernador, y adonde habían venido a alojarse de diferentes partes con sus intereses pecuniarios, treinta y dos españoles. Que la guardia que se componía de las compañías dichas, les cedió el paso franco, sin la más leve resistencia, y las tropas que se hallaban acuarteladas en puntos inmediatos, tampoco hicieron movimiento, de acuerdo y seducidas por el padre Calvillo: que este señor procedió luego a intimar la rendición a los españoles allí alojados, a desarmarlos y a dejarlos custodiados por los indios armados, retirándose a sus cuarteles la guardia de las fronteras, que otro día por la mañana las compañías hicieron movimiento, ensillaron y formaron en la plaza, a la sazón el Gobernador Pérez salió al balcón, les mandó hacer fuego sobre los indios que los custodiaban, a cuya orden contestaron unánimemente “ que no eran ya de su partido”, sus Jefes mandaron dar media vuelta y orden de dispersión. A los tres días salió la prisión de españoles rumbo a Zacatecas, capitaneados por el padre Calvillo y custodiados por varias compañías de indígenas en números de cuatrocientos poco más o menos, de aquí y de los pueblos de Santiago, Santa María, Tlalcosahua y Huejúcar, los cuales capitaneaba Don Marcos Escobedo y Don Victoriano Córdoba, sus capitanes particulares: Pedro Escobedo, Antonio Modesto, Eulogio Ordaz, Juan Félix Torres, Diego Alcalá, Vicente Vázquez, Albino Torres y Florentino Pacheco. Que pasados unos cuantos días se tuvo noticia que los españoles presos habían sido degollados en Zacatecas o San Luís, de cuyo último punto volvió triunfante la fuerza que los custodió, con un buen botín, con excepción del padre que allá se quedo.”

La recluta que entre ellos hizo fue tan pronta y numerosa, al mando de sus jefes y cada mes concurrían a pasar revista, hasta diciembre en que de orden superior marcharon para Guadalajara a auxiliar al Sr. Hidalgo en la memorable y gran batalla campal de Puente de Calderón que tuvo lugar el 17 de enero de 1811. De cinco a siete mil indios flecheros marcharon con él y uniéndose al ejercito libertador de Hidalgo, en Guadalajara, en donde durante veinte días fueron adiestrados en ejercicios militares sus indios flecheros, y donde recibió el padre Calvillo el titulo de Capellán del ejército y posteriormente se le nombró Mariscal de Campo. Se perdió por nuestra parte aquella desgraciada acción y los nuestros volvieron dispersos, pero ninguno murió de Colotlán, asegurando que los favoreció una nube de polvo espesa que resultó del incendio de unos carros de parque que se hallaban en dirección del campo que ocupaban; que como se ha dicho volvieron dispersos y se fueron a sus pueblos, pero siempre reconociendo a sus jefes, corriendo a pasar revista y hacer ejercicios cada cual en su arma.

Después de la terrible derrota en Puente de Calderón, los vencidos se dirigieron a Zacatecas, donde los indios flecheros defendieron la ciudad en tanto que Hidalgo y el resto de sus fuerzas, se retiraron hacia el norte. El 17 de febrero fueron vencidos y arrojados de la plaza de Zacatecas, los insurgentes. Los indios flecheros guiados por el padre Calvillo y Marcos Marcelo Escobedo retrocedieron hasta sus dominios, haciéndose fuertes entre sus gentes y conocidos. El ejército realista, por su parte también tomaba medidas para atacar y derrotar definitivamente a estas fuerzas rebeldes, siendo enviado desde Guadalajara, con este propósito el teniente de fragata don Pedro Celestino Negrete al mando de una fuerte división. En tanto que por Juchipila se enviaba otro cuerpo de tropa al mando del famoso cura de Matehuala, don francisco de Álvarez, para agarrar a los rebeldes entre dos fuegos.

De resultas de esa derrota y de la persecución que contra los insurgentes de Colotlán se le siguió, el padre Calvillo se vio obligado a refugiarse en la sierra de Tayagua, donde permaneció oculto, hasta que obligado por los padecimientos que sufría a causa de un golpe que recibió andando a caballo y por tener “piedra en la orina”, resolvió pedir el indulto, por conducto del cura del Mezquital don Pablo Solís y contando también por el favor del barón de santa Cruz; la cual gracia le fue concedido el 9 de octubre siguiente por la autoridad superior militar de la Nueva Galicia.

Después de que se hizo en el Oratorio de san Felipe de Neri de Guadalajara unos ejercicios espirituales, su prelado le dispensó de la irregularidad en que había incurrido, por haber mandado quitarles la vida a seis realistas, en represalia de que éstos habían hecho otro tanto con sendos insurgentes, y se le levantaron las demás censuras, por auto de 4 de enero de 1812, quedando así expedito para el uso de su pacífico ministerio.

Pasó después a residir durante algún tiempo con su amigo el cura Solís; en seguida estuvo en Zacatecas y Aguascalientes, aunque sin destino alguno; y allí se hallaba, cuando en 1815 quiso atropellarlo un voluntario realista apellidado Cosío y él repelió debidamente esa agresión, escándalo en que se tuvo un pretexto para aprehenderlo y formarle causa criminal, en la cual fue absuelto. Sin embargo, con motivo de ese suceso, se le ordenó que se trasladara a Zacatecas, como lo hizo ese mismo año.
Murió el 6 de abril de 1816, como resultado de gangrena que le sobrevino después de una operación quirúrgica en el pecho.



Fuentes.
Felipe Valdez. Historia de Colotlán.
Alberto Santoscoy. Lecturas Históricas del Norte del Norte de Jalisco.

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